Oratoria, política y el discurso que cambia
Por: Eglis Gaínza.
Solía decir el filósofo griego Aristóteles que el ser humano es un zoon politikon, es decir, un animal político. No se equivocaba. La deliberación acerca de cómo organizar la comunidad política es inherente a la condición humana, pues poseemos la palabra, que permite comunicarnos y diferenciarnos del resto de seres vivos. Precisamente, ahí es donde entra en escena el discurso de Péricles, un buen ejemplo de cómo unas líneas escritas en el siglo 4 a. C., siguen vigentes hoy en día. Esto se debe a que la esencia del discurso –palabra y política– se han mantenido de forma estructural a lo largo de los siglos. Se habrán producido cambios de contexto, canales, públicos, e incluso tradiciones, todo ellos elementos moldeadores del discurso, pero su esencia no se ha perdido.
Los Políticos de hoy saben que para convencer, para llegar al público, se requiere de una apropiada formación en el lenguaje verbal y no verbal. El entrenamiento y la instrucción adecuados le permitirán competir con sus colegas de igual a igual y hasta superarlos. Deberá interiorizarse además del lenguaje audiovisual y de los medios de comunicación audiovisuales, como así también del conocimiento de las relaciones interpersonales como de la comunicación asertiva.
La esencia de la Oratoria Política es exponer o debatir todas las cuestiones relacionadas con el gobierno de la actividad pública, pero partiendo de los principios e ideas políticas que ostenta el orador. Es utilizada en épocas electorales para persuadir y convencer a los votantes.
La oratoria, como arte del buen decir, se puede clasificar un tanto arbitrariamente, en dos grandes grupos. Para esta clasificación se tiene en cuenta la gran variedad de matices de los discursos, la persona o personas que lo pronuncian y la ocasión en que se hace uso de él. Ello indudablemente se complica más, cuando entra a considerarse el tipo de público, el lugar donde se pronuncia, la forma como se pronuncia y los fines que se persiguen.
Entre los grandes jefes que condujeron pueblos o dejaron su impronta en la historia de la humanidad, ha habido algunos ciegos y algunos sordos; pero nunca un mudo. Saber algo no es idéntico a saber decirlo. Esta es la importancia de la comunicación oral.
En los negocios o cualquier otra actividad de interrelación, la forma en que hablemos, en que nos comuniquemos, será el patrón por el cual se nos juzgará, se nos aceptará o rechazará.
Hablar con orden, con claridad, con entusiasmo, con persuasión; en resumidas cuentas, con eficacia, no es un lujo sino una necesidad. El 90% de nuestra vida de relación consiste en hablar o escuchar; sólo el 10% en leer o escribir.
Los actores políticos tienen el compromiso y responsabilidad de estar preparados en teoría y prácticas políticas, sociales, jurídicas, parlamentarias y de Estado, ya que los vertiginosos fenómenos sociales inciden en formas novedosas de quehacer político.
Una comunicación estratégica que dé cuenta de la coherencia entre el discurso y la realidad es indispensable, la transparencia, el apego a la legalidad y el respeto por los derechos humanos son factores de adhesión y credibilidad.
La retórica política está sustentada en una teoría de la persuasión, convencimiento y de la argumentación. El discurso emocional, sustentado en las imágenes del lenguaje y en expectativas des-contextualizadas, pero ya no es suficiente hace falta la credibilidad y más que nada la honestidad. Cambie el discurso y cambiará a las personas.