Nuestra voluntad y nuestro deseo

Desea aprender ORATORIA Y LIDERAZGO EN LIMA

Nuestra conducta humana es el fruto de la actividad humana. Y ésta a su vez, es la suma de actos que el hombre realiza y que tienen en su fuente de alimentación en el deseo humano, que a su vez, es el que mueve la voluntad del hombre para actuar, para poner en ejecución el acto humano. Y siendo esto así, entonces, cabe preguntarse: ¿Y de dónde nace el deseo? ¿Cuál es, a su vez, su fuente de alimentación para su formación? ¿Porque nace el deseo, en la mente humana? La formación del deseo, se realiza en la mente del ser humano, la cual pone en marcha los recursos de que dispone, entre ellos el instinto y aquellos otros que se los suministra la memoria, que es el almacén donde se guardan las percepciones ya obtenidas con anterioridad por medio de los sentidos. La imaginación, la fantasía y las ilusiones, son los productos que la mente elabora con los materiales que tiene en su memoria. Todo lo anterior es la base que le sirve a la mente, primeramente para la elaboración de los pensamientos y después para pasar a la fase del deseo. “Pero cuando el bien al que tiende el corazón y por el que se ve atraído, se encuentra lejos o ausente y no es posible la unión de forma tan perfecta como se pretende, entonces el movimiento del corazón hacia el objeto ausente se llama propiamente deseo”. El deseo nos mueve hacia la consecución del bien amado, y en la medida de la fuerza de atracción, que sintamos por el bien amado, así será de fuerte el deseo que nos embargue.

Una vez creado en la mente el deseo de obtener algo, sea un bien material o un bien espiritual, este deseo es el que pone en funcionamiento nuestra voluntad de actuación, nuestra voluntad de realización de un acto o los actos que sean necesarios realizar, para llegar a obtener el bien que se desea. Existe una notable diferencia entre los deseos generados de orden espiritual, con los de orden material, ya que todo deseo de orden espiritual, siempre podrá ser realizado, no existe ningún obstáculo en conseguir lo que se desee en el orden de los deseos de nuestra alma, pues nuestro amor a Dios, puede mover montañas.
Un autor refiriéndose a la obtención de bienes espirituales, decía: “No es que no nos atrevamos porque las cosas son imposibles, sino que las cosas son imposibles porque no nos atrevemos”. ¡Atrevámonos a ser santos!, y con toda seguridad lo conseguiremos, pues la ayuda de Dios nunca nos faltará

Pero es diferente el caso cuando la persona quiere poner en marcha su voluntad para obtener, bienes de carácter material. Los deseos en atención a su naturaleza, pueden ser generados en la mente humana de cuatro distintas formas: con claras e inmediatas posibilidades de realización, con claras posibilidades de realización en el futuro, con dudosas posibilidades de realización ahora o en el futuro y por último, sin ninguna posibilidad de realización.
1. Si se ha generado un deseo con la absoluta convicción de que este es plenamente realizable de inmediato y si luego resulta que la realización no se lleva a cabo, nace la figura de la frustración.
2. Cuando el deseo nazca con claras posibilidades de realización en el futuro, el deseo quedará archivado en situación de espera y puede ocurrir que cuando ese futuro llegue, la realización del deseo carezca ya de interés para la persona en cuya mente se generó. Si por el contrario, resulta que esta persona sigue interesada en la realización de este deseo y este no se realiza por las razones que sean, estaremos también frente a un caso de frustración.
3. Cuando el deseo generado es de dudosa posibilidad de realización, si esta no se realiza en general no se crea frustración, pues esta persona ya preveía la posibilidad de que su deseo no se pudiese realizar.
4. Estamos frente a la irrealización del deseo, que puede dar origen a la figura de un sueño o fantasía de la mente, creada por el trabajo de la imaginación, para consolarse de la irrealización del deseo.
Nuestra voluntad tiene que ser fuerte y dispuesta, necesita verse alimentada por el deseo tal como ya hemos dicho. Y ese deseo no puede ser poderoso, si lo que se desea no se percibe como posible y accesible; porque si nos representamos algo como inaccesible, dejamos de desearlo y quererlo con fuerza. No se puede querer nada de modo eficaz, si psicológicamente tenemos la sensación de que no llegaremos a conseguirlo, de perseverancia en el deseo y entrega de una al Dios, que es quien ilimitadamente todo lo puede.
Pero centrándonos donde nos interesa, en el orden del espíritu, hemos de ver que primero es la creación del deseo, tal como ya hemos dicho, y después ha de llegar la ejecución de este por medio de la voluntad. Pues bien, lo primero de todo para vivir en amor y gracia de Dios, es cuidar la pureza de nuestros deseos, y que siempre se acomoden al cumplimiento de la voluntad de Dios. Toda la vida espiritual del hombre, depende de la actuación de la voluntad. San Ignacio de Loyola, era consciente de que la clave de la vida espiritual, es un juego de la gracia divina y de la voluntad humana; que depende del espíritu y de la razón iluminada por la fe. En este juego, la gracia de Dios se anticipa a nuestra voluntad para hacernos querer algo, es decir moción o inspiración y viene también en nuestra ayuda para que no queramos en vano.

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